ESCUELA MEDIA, PROYECTOS ESPECIALES Y CARGOS NECESARIOS
Mientras todos los diagnósticos, balances y
evaluaciones de las comunidades escolares señalan como dificultades principales
de los procesos de enseñanza-aprendizaje a problemas de índole afectiva,
social y económica, la casi totalidad del personal de las escuelas está
conformado por docentes que se emplean para trabajar en una asignatura
específica en un horario fijo semanal, sometido al cumplimiento de los plazos y
obligaciones que caracterizan este aspecto de la labor educativa.
Los Departamentos de Orientación Educativa
no cuentan con trabajadores sociales ni psicopedagogos o psicopedagogas. No
existen cargos vinculados a referentes de Educación Sexual Integral o a
referentes de Convivencia. Sólo existen tutorías en los dos primeros años. Las escuelas
no cuentan con tiempos y espacios para conformar como equipo al personal
afectado a un mismo grupo, lo que permitiría una construcción grupal del
diagnóstico del mismo y una planificación del trabajo coordinada. La tarea
administrativa excede al personal con que se cuenta para esta labor, lo que
sobrecarga al resto y redunda en deterioro de los roles de conducción, asesoría
pedagógica y coordinaciones de área. Las escuelas cuentan con escasas horas de
trabajo de una sola persona psicóloga o psicólogo para centenares de
estudiantes y en la mayoría de ellas hay un solo preceptor o una sola
preceptora cada 60 alumnos y alumnas. La mayoría de docentes de las escuelas
medias, sin tiempos y espacios de trabajo por fuera de los acotados horarios de
sus asignaturas, quedan reducidos a trabajar aisladamente, escindiéndose así
sus prácticas individuales de la historia institucional y de la identidad de la
comunidad con que trabajan. No hay cargos diseñados en función de reforzar las
identidades escolares o el refuerzo del trabajo en las especialidades. La
relación entre cantidad de horas de docentes y cantidad de estudiantes por
escuela dificulta la construcción del vínculo pedagógico, deteriora el clima
institucional y condiciona los procesos de enseñanza - aprendizaje. La falta de
tiempos, espacios, equipos y agentes destinados a relevar dificultades,
intereses y necesidades específicas de grupos y estudiantes particulares,
tiende a convertir el trabajo escolar en la aplicación de acciones, actividades
y secuencias didácticas destinadas a cumplir con contenidos y plazos decididos
sin la posibilidad de abordar un trabajo integral que incluya en la
planificación toda la complejidad de las realidades grupales y personales. Como
consecuencia de lo dicho, los y las adolescentes con que trabajamos encuentran
demasiadas ocasiones de vivir tediosamente su escolaridad y no tantas de
sentirse incluidos e incluidas en la labor cotidiana. Los muy numerosos
esfuerzos individuales de docentes y estudiantes por multiplicar estas últimas
ocasiones, no cuentan con el entorno escolar que los pueda sostener y proyectar
como eficaz y novedosa “normalidad”.
Los cambios curriculares, de horarios y de
incumbencias de los títulos produjeron que una cantidad importante de docentes
en cada escuela hayamos pasado a tener muy disímiles cantidades de horas de
Proyectos Especiales. Nuestra situación hace necesario integrarnos lo más
orgánicamente posible al Proyecto Escuela para darle un sentido a nuestra
práctica que implique continuidad de nuestras trayectorias y aprovechamiento de
nuestra experiencia. Si bien hay acuerdos firmados entre el Gobierno de la
Ciudad y los sindicatos docentes en relación a que los cambios habidos no
afectan nuestra situación de revista, salarial, ni nuestra estabilidad, se
mantiene algún nivel de ambigüedad en cuanto a las características de nuestro
trabajo y nuestras obligaciones, no queda suficientemente explicitado que
radica en la escuela en que trabajamos la posibilidad de aprobar o modificar
nuestros proyectos y se debilita la pertenencia e integración institucionales
en un contexto de postergación de las necesarias titularizaciones en la escuela
media.
En este escenario, las comunidades escolares
crean y multiplican experiencias vinculadas a imprimirle a su práctica el
sentido exigido por las necesidades de los sujetos que las integran. Con mayor
o menor organización, mediante modalidades más o menos fragmentadas, desarrollando
actividades relativamente aisladas o vinculadas entre sí, se realiza una labor
multifacética consistente esencialmente en defender la posibilidad de impregnar
la cotidianidad escolar de todo aquello que la historia, las tradiciones, las
evaluaciones y los balances producidos por las propias comunidades evidencia
como necesario, prioritario, importante, válido, pertinente, conveniente,
provechoso y eficaz. Esta labor, en todos los casos se enmarca en las leyes
vigentes relativas al ámbito educativo y en muchos casos expresa el
cumplimiento de obligaciones emanadas de esas leyes en contraste con otras
prácticas que, exigidas entre urgencias y coerciones, no las tienen en cuenta o
las contradicen.
Para integrar y proyectar estas experiencias
en un modelo escolar que supere las dificultades comentadas e incluya a los
sujetos de la educación como protagonistas de sus procesos de conocimiento,
proponemos transformar nuestras horas de Proyectos Especiales en los cargos
destinados a cumplir con las tareas que, según lo enunciado más arriba, emergen
como necesarias y urgentes.
Docentes de la
Escuela de Educación Media María Claudia Falcone afectados a Proyectos
Especiales
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