MUESTRA 5: EL PAYASO SOPAYÁ HACE JUSTICIA
-Ya llegó, aquí está, el payaso Sopayá -tronan las masas insurrectas al devenir sujetos de su alcance. El payaso revolea sus pelotas impostando una capacidad equilibrista, hasta que, manipuladas con total falta de tacto, las redondas y plásticas conformaciones revientan contra el piso, hartas de un fracaso estrepitoso y precipitadas por un movimiento insostenible. A semejante ser estamos presentando, mediante una y solo una de sus "Discursiones", la cual, hasta la última vez que por aquí estuvimos, era la siguiente:
JUEZ IMPARTE
Un abogado defensor (personaje que
aún no acaba de nacer), insiste desde adentro mío-: Protesto, su señoría,
mantantiru lirulá. -Fiscal acusa sin reproche y estremece la metralla de sus
sílabas-: ¡Espejito rebotador! Todo lo que digas, será para vos. –El juez
destroza con un golpe de martillo el cráneo de quien hubo cumplido así su
provisorio rol en rito semejante. Sus auxiliares, en medias can can y desplazándose
sobre los dedos de sus pieses, depositan a la próxima persona en el sitio en
que el peso de su brazo justiciero desploma sus alcances. Tras el último golpe
afirma sentencioso-: Ha lugar, ha lugar, a la iglesia de Luján -revienta el juez otro
cerebro moviéndose con tal velocidad que antes de saber si acaba de pararse
para hacerlo ya está yaciendo nuevamente en sus asientos, en los que cabe
holgado, sino justo.
-Cuento hasta el mil quinientos
para que escondan antes su falta de evidencias. En el siguiente número los
desplumo y los descanso –propuso el nonato que defiende, meando boca arriba,
tendido en un estrado montado a tales fines. -¡Sangre! ¡Sangre! –grita el
fiscal, un momentito antes de completarse la cuenta. Nonato gira el cuerpo
cayendo contra el piso desde la insólita altura del estrado. -¡No ha lugar a
falta de evidencia! –grita el juez y lo repite mientras se van sucediendo bajo
el peso de su autoridad cabezas impactadas a golpes de martillo en precisa y
mecánica secuencia. Nonato agarra y nace. Se tiene por nacido y se toma del
conducto que pende de su ombligo. Ya neonato, enlaza su cordón en un reborde y trepa
hacia la cumbre de su causa. Erguido en el estrado con charquitos, dice-:
¡Caca! –Las audiencias se dan por concluidas y el esfínter se da por
satisfecho.
Las voces se disipan, la escena se
disuelve y el crimen se diluye. Alguien ya pasa el lampazo por donde se hace
peligroso transitar dadas las desparramadas masas encefálicas partidas. La sala
se vacía de actos de justicia.
El Payaso Sopayá, 16 de agosto del 2022
Hoy me maquillé así nomás; total, salí solamente a comprar vino.
Comentarios
Publicar un comentario