LA CLÍNICA DEL DR. LADRENBUFFEN

    Mis Harapos trabaja denodadamente en la realización de "La clínica del Dr. Ladrenbuffen", obra conformada en base a textos de Sergio de Milán producidos durante sus internaciones reiteradas en la misma. Mientras tanto, compartimos en esta entrada breves comentarios de la mentada creación y algunos de los escritos que sustentan su estructura.


La clínica

   Como expresión de una de las más tenebrosas dimensiones de la sociedad, en la que nuestras vitales posibilidades se oprimen hasta el colmo con participación de cómplices diversos (clasificados, en ocasiones, como "seres queridos" o ejerciendo autoridades en espaciotiempos alejados de la decisión comunitaria, reclutando personal mediante la seguridad de los sutentos básicos y la posibilidad de las prebendas excluyentes, atrincherando mezquinos intereses bajo el trabajo de personas bienintencionadas), la clínica del Dr. Ladrenbuffen nos subleva de tal forma que elegimos hacer pública su existencia con la esperanza de amparar a quienes sufren sus característicos tratamientos y apoyar a quienes en su seno resisten el sometimiento enajenante de sus prácticas profesionales .

   -Yo empecé a asumir mi alienación participando del taller que coordinaba Rotundo Piro -cuenta Sergio de Milán. -Para que nos lo aprobaran le pusimos "Balbuceando la cura", pero le decíamos "Descuartizando conductas esperables" -comenta mientras se refugia debajo de una mesa. Al rato asoma y dice -: Rotundo estaba completamente loco. Había querido autoajustarse, como él decía, metiéndose un destornillador Philips por la oreja. La noche que lo trajeron , con el destornillador ahí clavado, le preguntó al chofer de la ambulancia si paraba en Estación de los Virreyes... -relata y va a esconderse tras un potus de plástico brillante, acurrucándose y hundiendo su cara en la maceta. Le preguntamos si quería compartir algo de lo escrito en aquel taller y nos pasó el siguiente texto:


Colgado en la cordura modulo mis acuerdos

mientras me olvido un poco de tanto que ni pienso.

Percibo con premura mis últimas instancias

y temo que me absorban los pétalos en polen.

 

Me pongo colorido estrujando mis pudores

y en el rubor asoman los signos sobre ruedas

radiando en la frecuencia de flores y de copas.

Percibo estruendos leves de versos en cascada.

 

Pero es el torbellino, palabra tan gastada,

quien viene a hacerme falta de nuca en la baulera.

Habrá que acertijos de tardes y de carnes

para, pará papá, son sólo unos solistas.

 

(Aquí me descalabro cubierto en las comparsas

de todos los sabores que licuan en los cuerpos.

Me fundo en el fluido transcurso de algún tiempo

y vuelo al ras del piso, erótico en mi euforia.)

 

Contento en el candombe me trenzo en el trencito.

Percibo a todo el mundo pellizco de algún sueño.

¡Me gustan las mujeres! –afirmo a los ariscos

que ablandan convenciones frotando sus estribos.

 

La rima me carcome las pizcas de sentido

que hubieran trascendido cubiertas de sintaxis.

Semántica neurosis expresa una semántica

que muere entre las lianas de lo epistemológico.

 

¿Por qué son cuatro versos si nadie me lo pide?

¿Por qué son estas sílabas los moldes del formato?

¿Quién mide la emblemática medida de los términos?

(Ahí luce la lujuria de esdrújulas en celo).

 

El síntoma en la música coloca sus acentos.

El ritmo se condensa entre lazos de su gente.

Entre tejiendo tramas de pulsos insurgentes

prefiero las urdimbres que borda lo concreto.

 

(Ya vino lo que siendo me había entresacado

desde antes de no ser más nombre que una idea.

Recuerdo sensaciones, cerrado a lo entrevisto,

de un mundo que me ampara de expósitas esencias.)

 

Volviendo a la cadencia de seres en contacto,

presiento los finales a salvo de falencias.

Empiezo cada eterno momento de fusiones

trepándome a la esencia del íntimo mensaje.

 

Me hermano hasta lo idéntico del ser de algún conjunto

metido en las verijas del fondo de mí mismo.

Lo que hay por aprender, de afuera para adentro,

está en eso que somos en quienes nos hicieron.


La socialización

   -En la clínica me desempeño como agente clandestino de Mis Harapos. Pero, como las veces que puedo salir participo de sus actividades públicas, se terminaron enterando en lo de Ladrenbuffen y me someten a unos interrogatorios que... qué sé yo... ni sé cuánto duran. Porque me empastillan y me pinchan tanto que no sé si acabo de llegar o estoy por irme -. Sergio mira los cuatro rincones del techo que nos cobija de la lluvia que afuera está arreciando. Enseguida, poniendo frente a sí su palma izquierda y clavándole la vista, pregunta -: ¡¿Qué hora es?! -Inmediatamente se dirige a su otra mano. Emite una estruendosa carcajada y vocifera -: Me importa tres carajos...

   Nos cuenta que su empecinada negativa a asumir en la clínica su participación en Mis Harapos sumó páginas nuevas a las pilas de carpetas que su diagnóstico en desarrollo acumula. - Dicen que escindo no sé qué de no sé cuánto y todo eso que en mi barrio se llama esquizofrenia -nos revela con angustia. Tras un rato en que no supimos si seguía respirando, lo hizo profundamente y reanimado nos contó que participaría de "Sonetos y gracias", obra colectiva cuya edición prepara Mis Harapos. Se descalzó meticulosamente, tomó envión flexionando las piernas hasta quedar más bajo que la mesa y de un salto la abordó. Sacó de un bolsillo trasero de las bermudas que traía un pedazo de caja de piza manuscrito y nos leyó el soneto que tenemos el placer de adelantar: 


TRATAMIENTO

 

Llamalo deconstruirse,

barajar y dar de nuevo,

abrirse a la anomalía

o sacudir la maraca.

 

La cosa es que la matraca

se entrevera en la ordalía

de batirse bien los huevos

p’afirmarse y revertirse.

 

Cada existir es un tracto,

un trayecto irrepetible

y una única ocasión.

 

Hay que asumir en el acto:

¡la muerte es irreversible!,

y entregarse a esa emoción.


Para ver otros adelantos de "Sonetos y gracias":

https://labiromeblogspot.blogspot.com/2023/07/sonetos-y-gracias-material-de-lectura.html


La cura

   Quienes ahora leen esto antes escrito, podrán leer cuando se escriban y publiquen disquisiciones tan precisas como inquietantes de Sergio de Milán acerca de las relaciones entre "lo que occidente llama enfermedad y lo que llama cura", como él dice. Suponiendo que abundar aquí sobre honduras semejantes sería impertinente, nos restringimos a poner en evidencia el papel de la escritura (justamente), en hipotéticas posibilidades de identificarse por parte del autor. Sin que esto quite a sus procesos creativos capacidad trastornadora o desquiciante. Nos pareció particularmente representativo de algo de esto el texto este:

DÁNDOME CUERDA

 

Concuerdo con el loco embutido en mi cerebro

que llora por lo bajo sus pobres intenciones

de tráficos inciertos y excesos de templanza

bordeando los intensos gozares incestuosos.

 

Me saco lo que tengo para ponerme loco

y garpo de dorapa la yapa que me inquieta.

Me tieso en el asombro de espíritus palpables.

Me aflojo en la tremenda precisa imperceptible.

 

Y voy como de taco riendo en los barrancos,

pisando los telares de tucas y de zambas

que añoran lo que venga con tal de hacerse sangre

y estarse medio en comba esquivando diagonales.

 

La lanza de un murmullo se estrola en bajo fondo

queriendo acontecer en significaciones

que doblan sus aprestos derechas a sus fines

saltando los umbrales cual niña con zoquetes.

 

No voy a resignarme al verbo que postula

blandiendo en los altares incrédulas burbujas

en gestos sin su tono y ojos sin su brillo

o en cúpulas de miedo que ostentan su valía

o en los entarimados que exigen jerarquía

o en todos esos sitios que surcan lo vacío

llenando con su ausencia los colmos de su lata.

Sino que me derrito y andá a decirme algo.

 

Al suponerme cuerdo transpiro anomalías

que zarpan sus espuelas en chispas de andurriales.

Los zócalos del tiempo me tienen sin cuidado.

Las máculas sotretas me fajan a biabazos.

Al inventarme tordo me voy contra corduras

que miran por su cuenta sin percibir un pito.

La clínica del orto me cuida sin sentidos.

Y siento que la cosa se va poniendo crónica.

 

Si pianto de querusa me junan las corvinas.

Si intento una Isolina me soplan las merluzas.

Mejor me voy rodeando por si me desemboco

mordiendo los bozales del límite insidioso.

 

La parte de la célula que me anda medio loca

está en el cerebelo del lado de las píldoras.

¡Y yo que me retobo escupiendo al firmamento!

A vomitar me inclino en la cima de mojado.

 

Las redes de mis síntomas explotan sus sinapsis

lidiando con la lógica del fármaco entrenado.

Yo tengo dos sistemas según a dónde mire:

uno hecho de neuronas y el otro de mandatos.

 

Me siento una galaxia que se pasó en el bondi

y fue a la nada misma mientras que el universo

se puso como quieto y encima se contrajo.

Soy eso que no existe, del lado que no toca.

 

A veces me devuelvo pintándome a mí mismo.

A veces me sustraigo del ser que me aparenta.

A veces no presiento más tacto que la esencia.

A veces es un ritmo que sale de lo eterno.

 

Y lo demás no importa ni la carcasa mínima.

Dejame andar parando si apuro fijaciones

o introducirme al vértigo del salto en el abismo

cuando me soy lo idéntico con todas intenciones.

 

Dejame sin tu látigo monótono y doméstico

atribularme al toque sintiendo lo que cuadra.

Dejame sin cuidados a salvo de tus métodos;

a ver si me agarrás cuando me sienta en serio.


La asunción

   Esperando haber estimulado algún mínimo interés por "La clínica del Dr. Ladrenbuffen", nos despedimos con uno de los escritos más recientes de su protagonista:


INTERNO

Me encanta estar loco.

¿Para qué quiero ser normal?

¡Ser normal es un garrón!

Las personas normales

no paran de adaptarse.

Están tan habituadas

a las adaptaciones permanentes

que creen que ya se adaptaron hace mucho

y listo, ya no necesitan adaptarse más.

Alcanza con mirar a estas personas

desde fuera de sí,

expresando sus enfáticos partidos

por cuanta norma

se haya impuesto

desde lugares que no se han puesto a imaginar

o al menos suponer,

temer,

o, más no sea,

deducir,

para apreciarlas enredadas por completo,

sin extrañar su propio ser

ni sospechar sus esenciales existencias,

condenadas a reducirse

a una interioridad

con la que no llegan a comunicarse,

habiéndose alejado hasta olvidarlas

de sus necesidades

más profundas

e integrales.

Sergio de Milán, 2/10/2024


Otro trabajo de Sergio de Milán ("Colgado en la cordura"), puede verse en:

https://repensarlafalcone.blogspot.com/2024/10/colgado-en-la-cordura.html


Abajo, vemos a Sergio interpretando textos de su autoría durante una toma de la clínica.



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